El negocio de aplicaciones a medida para grandes y medianas empresas menguará un poquito cada año en el lustro comprendido entre 2005 y 2010, según un estudio de IDC encargado por Vector Software Factory, un centro de desarrollo de software participado por el Banco Santander. Así, la cifra que movió esta actividad en España (no se incluyen las ventas de aplicativo a terceros países) ascendió a 293 millones de euros, un 3,2% menos que el año precedente. IDC calcula que la caída media anual del periodo será del 4,21%. Por regiones, Madrid y Cataluña acapararon el 65% de la actividad el pasado año. Mientras tanto, fueron los sectores de banco/seguros, industria y administraciones públicas los que más optaron por soluciones no estándar (también alrededor de un 65% de las ventas).
Este descenso del software a medida se debe a la mayor aceptación que tienen entre los directores de sistemas los productos estándar y a la vigencia de SOA, un modelo que se basa en el ensamblaje de componentes de software genéricos que están listos para su integración y que prima la reutilización de desarrollos previos en detrimento de reescribir cada vez que el cliente formula una demanda. En este escenario, será el modelo de factoría de software el que irá ganando terreno a otros perfiles de desarrollador más tradicionales que optan por elaboraciones más artesanales. “Los que más sufrirán serán precisamente los que no reutilicen código o no se adapten a un entorno de servicios web”, dice Jorge González, director general de Vector, una compañía que en 2006 facturó casi 11 millones de euros y ya emplea a 300 personas. Las recomendaciones del estudio a los proveedores de soluciones a medida son varias: invertir en la industrialización de la actividad, estandarizando cuanto sea posible los procesos de producción; invertir en la formación del personal y en el conocimiento que éste tiene del cliente; centrar la oferta en aplicaciones verticales que vayan más allá de lo que ofrecen los paquetes de software estándar; y fijar los precios de los servicios en función de la calidad del producto entregado y no, como hasta ahora, añadiendo un margen empresarial al coste de producción.



