En pleno auge de la hiperconectividad, cuando el trabajo viaja en el bolsillo y las notificaciones no entienden de horarios ni estaciones, cada vez más profesionales afrontan el reto de desconectar de verdad durante sus vacaciones. En España, el 88 % de los trabajadores permanece conectado en verano, según un estudio del punto de intercambio en internet Decix, prolongando la fatiga mental y reforzando lo que ya se conoce como la “cultura del siempre disponible”.
Hay que recordar que el derecho a la desconexión digital está reconocido por la Ley Orgánica 3/2018 y reforzado por la Ley 10/2021 de Teletrabajo, y obliga a las empresas a elaborar una política interna para garantizar que los trabajadores no tengan que atender comunicaciones laborales fuera de su horario. Este derecho protege el tiempo de descanso, la intimidad y la vida personal de los empleados, previniendo el estrés y el agotamiento derivados de una conexión constante. Las empresas deben definir cómo se ejercerá este derecho, y en caso de incumplimiento pueden enfrentarse a sanciones de carácter grave o muy grave, con multas significativas.
A pesar de que el derecho a la desconexión digital está recogido por ley, su cumplimiento real sigue lejos de ser la norma. Esta falta de desconexión no es un fenómeno puntual, sino el reflejo de una transformación profunda en la cultura laboral. El tradicional modelo en el que la jornada terminaba al salir de la oficina ha dado paso a un escenario más difuso, en el que, el teletrabajo, las herramientas digitales, las expectativas de inmediatez y la presión por la disponibilidad permanente diluyen las fronteras entre la vida personal y profesional.
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Entre problema de estar siempre alerta, incluso cuando no es necesario
Conceptos como la “cultura del siempre disponible” o el stresslaxing —esa tensión que provoca querer relajarse, pero no poder hacerlo— se están normalizando, alimentados por hábitos y dinámicas organizativas que amplían el tiempo de conexión más allá de lo legalmente permitido. Según UGT, cada persona trabajadora recibe, de media, 120 correos corporativos al día. Además, un 10% de los empleados revisa compulsivamente su bandeja de entrada, mientras que otro 10% lo hace al menos una vez por hora. A esto se suman una media de 58 mensajes en chats enviados fuera del horario laboral.
Esta sobreexposición digital provoca que muchos profesionales permanezcan en “estado de alerta” incluso sin demandas inmediatas: tres de cada diez declaran no poder desconectar mentalmente en su tiempo libre. La sensación de obligación (41%), la presión del puesto (32%) o los asuntos pendientes (23%) son las principales razones. “Dar valor a nuestro silencio nos hace más profesionales. La desconexión no es una ausencia, sino una forma de cuidar la calidad de nuestra presencia”, apunta María Luaces, directora de human resources solutions en Synergie España.
Perfiles y sectores a los que más les cuesta la desconexión digital
Los datos revelan que ciertos perfiles y sectores están más expuestos a esta cultura de hiperconexión. Directivos (79%), mandos intermedios (72%) y autónomos (78%) son los que menos desconectan durante sus vacaciones. Por sectores, comercio y servicios (18,2%), educación (15,5%) y áreas ligadas al turismo, el ámbito legal o sanitario muestran las cifras más elevadas. Generacionalmente, los millennials (71,4%) y la Generación Z (66,7%) destacan por su conexión constante fuera de la jornada. Geográficamente, Madrid (68,75%) lidera la lista, mientras que País Vasco (46,2%) y Castilla y León (41,4%) presentan mayores niveles de desconexión.
Esta hiperconexión no solo afecta al descanso, sino que incrementa el riesgo de problemas psicológicos. Según InfoJobs, el 42% de los trabajadores afirma haber experimentado algún problema de salud mental, frente al 27% registrado hace cuatro años. Un 28% de los casos está directamente vinculado al trabajo, y la falta de desconexión digital figura entre las cinco causas principales. “Cada vez más empresas nos solicitan formaciones en desconexión digital y bienestar integral. No se trata solo de cumplir la ley, sino de construir entornos laborales sostenibles para la mente y el cuerpo”, añade Luaces.
La desconexión digital es síntoma de salud y buena gestión empresarial y personal
En este contexto, abordar la desconexión digital no es solo una cuestión de salud, sino también de sostenibilidad organizativa. Las empresas que incorporan medidas activas —desde la restricción de comunicaciones fuera de horario hasta programas de formación y gestión del tiempo— no solo reducen el riesgo de burnout, sino que mejoran la implicación y la retención del talento.
La posibilidad de ofrecer un entorno donde se respeten los tiempos de descanso marca la diferencia. Cuando un profesional percibe que su bienestar es prioritario y que puede desconectar sin penalización, su compromiso con la organización también crece. De lo contrario, la espiral de la hiperconexión seguirá debilitando tanto la productividad como la salud de la plantilla.
Además, las dinámicas laborales se han especializado. Antes, la disponibilidad se entendía como un valor añadido; hoy, saber desconectar es una competencia estratégica. Sin embargo, la brecha entre el conocimiento teórico del derecho a la desconexión y su práctica real sigue siendo amplia, y cerrarla es clave para garantizar la salud mental, la eficiencia y la sostenibilidad del trabajo en el futuro.






