Microsoft acabó su año fiscal, concluido el pasado 30 de junio, en forma. A lo largo del último periodo contable, el gigante del software facturó 62.000 millones de dólares, un 7% más que en el anterior, y tuvo unos beneficios de 18.760 millones, un 29% más. Hay que recordar que, para reducir costes, la compañía afrontó una reducción de plantilla del 5%.
Pero lo mejor llegó en el último trimestre, el comprendido entre abril y junio, cuando la compañía que dirige Steve Ballmer creció un 22% en ventas (16.040 millones de dólares) y obtuvo unas ganancias de 4.520 millones de dólares, un 48% por encima de lo generado en el mismo periodo de 2009.
La compañía ha calificado estos resultados como los mejores de la historia, y a la progresión han contribuido Windows 7, del que se han vendido más de 175 millones de licencias hasta la fecha, y Office 2010. Sin embargo, hay algunos desequilibrios en las cuentas de Microsoft.
El primero es que la firma sigue dependiendo excesivamente de su sistema operativo y de la suite ofimática, que aportaron en el último trimestre el grueso de los beneficios (unos 3.000 millones de dólares en cada caso) y de la facturación. Con esos programas históricos y ampliamente implantados, Microsoft enjuga las pérdidas que registraron negocios donde el gigante ha llegado más tarde, como el de los servicios online o el entretenimiento, que engloba Xbox.
Por lo demás, el negocio de Windows Server y de las herramientas corporativas tuvieron entre abril y junio un buen comportamiento, alcanzando los 1.546 millones de dólares, 300 millones más que en el mismo periodo de 2009.
Los datos financieros de Microsoft, junto con los últimos recibidos sobre ventas de ordenadores en el segundo trimestre del año [21% de incremento en EMEA y 30,7%], despejan mucho el panorama en el sector tecnológico.
 



