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La gran fragmentación: el verdadero coste para las pequeñas empresas



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Por Ciarán Quilty, vicepresidente senior internacional en Intuit

Publicado el 23 oct 2025



Ciarán Quilty, de Induit
Ciarán Quilty, de Induit

Hace una década, la promesa era libertad digital: poder elegir el propio conjunto de herramientas tecnológicas, avanzar más deprisa y crecer con inteligencia. Pero hoy esa promesa, lejos de impulsar, frena.

Las pymes no se hunden por falta de opciones, sino por su exceso. Lo que empezó siendo una ayuda puntual (para facturación, CRM o captación de clientes) ha terminado por convertirse en un laberinto de pestañas, alertas e informes. Cada herramienta, por separado, aporta valor. Juntas, generan confusión.

Desde fuera, ese entramado parece sofisticado: paneles inteligentes, flujos automatizados, integraciones por doquier. Desde dentro, la realidad es otra: pasar de pestaña en pestaña, cuadrar informes, perseguir la coherencia.

Un estudio de Intuit revela que algunas empresas medianas utilizan hasta 25 herramientas distintas solo para operar. ¿Transformación digital? A menudo se parece más a una sobrecarga digital.

Más herramientas, más decisiones, menos avance

Cada nueva plataforma promete simplicidad. Pero, en conjunto, exigen más formación inicial, más mantenimiento y más esfuerzo mental. El resultado es la fragmentación de los sistemas… y de la atención. Esto tiene un coste operativo y un riesgo estratégico: cuando los líderes se ven obligados a dividir su enfoque entre múltiples paneles de control, la toma de decisiones se ralentiza, la energía se disipa y lo que parece productividad no es más que burocracia digital.

El verdadero peligro no es la acumulación de herramientas en sí, sino lo que ocurre cuando ya no queda espacio mental para pensar con claridad. Y conviene decirlo alto y claro: esto no va de unificar software por orden o estética. Integrar no siempre significa resolver. Lo que las empresas necesitan son sistemas que compartan datos, los interpreten y presenten solo lo que importa. No basta con compatibilidad: hace falta coherencia real.

Automatización que genere confianza

El coste no se mide solo en horas perdidas, sino en confianza erosionada. Cuando los sistemas no se comunican entre sí, los líderes empiezan a dudar de los datos. Decisiones que antes se tomaban con seguridad, ahora se posponen. Y esa duda acumulada frena el crecimiento.

Por eso, la solución no pasa por añadir más funciones, sino por diseñar pensando en las personas. La automatización debe actuar como un equipo que suma: un agente financiero que cuadre cuentas y detecte errores; un agente de atención al cliente que dé respuesta en tiempo real; y un agente de marketing que lance campañas sin duplicar esfuerzos. Todo conectado. Todo fluido. Sin pestañas infinitas ni búsquedas sin fin. Solo avance real.

Diseñar para la forma real de trabajar

Hoy las empresas disponen de más datos que nunca. Pero si la información no circula, se queda atrapada. Un cliente sin seguimiento, un impago sin alerta, una campaña pobre para un gran producto es decir, oportunidades que se pierden por un fallo de diseño.

La mayoría del software aún se organiza en silos: CRM, finanzas, marketing… Pero el trabajo real es caótico, transversal e interdependiente. Un sistema útil acepta ese desorden. Uno excelente lo reduce. Cuando el software refleja cómo se trabaja de verdad, deja de ser un lastre para convertirse en un apoyo. Y eso lo cambia todo.

Porque lo que está en juego no es solo la eficiencia, sino la capacidad de volver a liderar con claridad. La transformación digital no consiste en sumar más aplicaciones, sino en construir sistemas que hagan fluir la información, eliminen ruido y devuelvan a los líderes lo más valioso que tienen: foco.

Menos herramientas. Más confianza. Menos fragmentación. Más progreso.

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