Si bien la canción fue compuesta por Paul Simon cuando el dúo estaba aún unido, no ha sido hasta Junio del año pasado en Sydney durante un concierto, cuando Simon & Garfunkel la han interpretado juntos. Por separado, cada uno de ellos la ha incluido en alguno de sus álbumes: “Still crazy after all these years” en el caso de Paul Simon y “Breakaway” en el de Art Garfunkel. Curiosa y melancólica canción en la que el autor echa de menos la vida en su pequeña ciudad, que si bien era dura, también fue auténtica. Como práctica y auténtica es la que se vive en nuestros pueblos.
Todos los viernes antes de cenar, después de una dura semana en la gran ciudad, suelo recalar en uno de los pocos bares del pequeño pueblo donde paso los fines de semana. Allí, alrededor de una jarra de vino peleón, acompañado de unas olivas y torreznos, los forasteros (aquellos que moramos en Madrid) nos acodamos en la barra y comentamos los avatares sufridos durante los últimos cinco días, sobre todos los relativos a temas laborales.
La terapia nos sirve como desahogo y sobre todo para darnos cuenta que nunca llueve a gusto de todos, pero a todos nos llueve encima. Mientras charlamos, unos cuantos lugareños, entrados en la “sesentena”, juegan su partida de dominó o “subastao” en las mesas de mármol del otro lado del pequeño bar. Los jugadores son viejos conocidos nuestros y siempre nos habían ayudado y aconsejado sobre innumerables cosas prácticas relacionadas con el campo (dónde coger las mejores setas), el jardín (cuándo echar el mantillo al césped) y en general con aspectos relacionados con el medio natural y el entorno físico donde nos encontrábamos.
Bien entrado diciembre del pasado año, durante una de las terapias de los viernes en el bar de La Plaza, estábamos los de siempre, cada uno en sus habituales quehaceres del momento: los forasteros quejándonos y compadeciéndonos de lo duro de nuestras cuitas en el trabajo y los jugadores de “subastao” viendo cuántos triunfos quedaban para ganar la partida en marcha. En el momento de más lamentos por nuestra parte (por descontado, yo estaba entonces en el grupo de los forasteros), se levantó de la mesa el tío Gumer, el suegro del “Mosca”, el de los “Pataestiercol” y nos preguntó si sabíamos la diferencia entre lo urgente, lo importante y lo accesorio. Todos nos quedamos a cuadros, pues la conversación nuestra versaba sobre la cantidad de tiempo que perdíamos en el trabajo en actividades sin sentido (según nuestra visión) y que no aportaban nada al objetivo que pensábamos que teníamos encomendado para el desarrollo de nuestra tarea laboral. Ante la actitud silente por nuestra parte, el tío Gumer se despachó así:
– Cuando en tiempo de vendimia bajo a la viña y veo que el “mildium” está empezando a atacar a las cepas, tomo la corva y recojo las uvas para llevarlas a la prensa, pues es urgente que vendimie a tiempo para que no se pudran los racimos en la planta. Si bien es importante azufrar la viña para matar al “bicho”, dejo la fumigación para más tarde pues hoy toca lo urgente y cuando termine, lo importante. Si cuando estoy en alguna tarea urgente o importante viene mi mujer (que manda mucho en casa) y me dice que he de abonar la sementera de pimientos, sigo con lo que estoy haciendo, pues sé que en septiembre es muy pronto para echar el estiércol a la sementera y eso lo puedo hacer en los ratos libres que me van a quedar antes de que toque podar. Además, quizás este año que viene no plante pimientos, pues depende de cómo quede el huerto después de que saque las patatas. Probablemente me lleve una bronca cuando vuelva a casa, pero creo que así hago el trabajo que debo en cada momento.
Cuando el tío Gumer volvió a su mesa, uno de los forasteros comentó: “Nos acaba de dar la solución a un caso de estudio que debería ser contemplado en las escuelas de negocio”.
Como podéis adivinar, he hecho un curso intensivo de “subastao” y desde principio de año juego todos los viernes con mis nuevos colegas. Os mantendré informados de cuantas clases magistrales nos impartan.
