Puede que sea la primera vez en la historia de la tecnología en que la estrategia y geoestrategia se esté centrando no tanto en la parte visible de los avances —que también—, sino en sus entresijos. En lo que no se ve: principalmente, centros de datos, procesadores y proveedores de capacidad de computación. Una alianza que está dictando las nuevas reglas del juego del mundo digital, volcado en la frenética carrera de la inteligencia artificial (IA), donde nos jugamos todo como sociedad.
En este escenario, esos centros de datos y los proveedores de computación se convierten en el epicentro mismo de la batalla. Quien los posea y gestione será quien lidere las tecnologías que pueblen estos ecosistemas, cuyos tentáculos se extienden progresivamente hacia el espacio para sacar de nuestro planeta la batalla por el futuro de la tecnología.
Sin embargo, y si volvemos a la Tierra, la realidad es que son pocos los jugadores en la partida. A día de hoy, tres proveedores, todos ellos estadounidenses, representan alrededor del 60 % del mercado cloud: Amazon Web Services (AWS, con alrededor de un tercio de la cuota de mercado), Microsoft (con Azure, que supone entre el 20 y el 24 %) y Google (con Google Cloud, que supera ligeramente el 10 %). Cierto es que una cuarta parte del mercado se lo reparten actores de tamaño nada despreciable, como son Oracle, IBM o Salesforce, también estadounidenses. Pero China emerge con fuerza en este sector, con un correcto posicionamiento de sus compañías Tencent o, sobre todo, Alibaba Cloud, que ya supera el 5 % mundial y lidera en el ‘gigante asiático’.
Resulta evidente que la batalla por el control de las infraestructuras que proveen la tecnología necesaria para desarrollar todas las «otras» tecnologías es un juego principalmente estadounidense que está disputado por China. Una realidad que convierte a estas compañías, conocidas como hyperscalers, en el socio ineludible en cualquier estrategia digital. Una posición ganada por méritos propios: son extremadamente escalables, ofreciendo una adaptabilidad minuciosa para cada empresa y necesidad; son robustas y fiables gracias a una infraestructura redundada y ubicada a lo largo y ancho del mundo; y están orientadas al servicio, de forma que tejen alianzas con proveedores de todo tipo bajo esquemas autogestionados y autogestionables, de manera que se facilita enormemente el acceso de las empresas a servicios de alto valor.
Sin embargo, la excesiva dependencia de estas compañías trae consigo varios desafíos difíciles de abordar, como el que plantea la búsqueda de la «soberanía del dato», que tiene importantes imbricaciones legales. Por resumirlo, la soberanía del dato busca superar el concepto de «residencia del dato», que se refiere exclusivamente a la ubicación física del servidor, sobre el que aplicarían las leyes locales. Al hablar de «soberanía del dato» se busca ampliar el concepto para que incluso un proveedor extranjero tenga que responder exclusivamente a las leyes locales de la ubicación del servidor, dejando inaplicable la legislación nacional de la empresa propietaria del mismo.
Es la gran batalla actual entre Estados Unidos/China y Europa en este sector. Y una cuestión que no resulta un capricho proteccionista o nacionalista: en un sector digital convertido en campo de batalla mucho más amplio a niveles político, económico y geoestratégico, custodiar y poseer los datos generados por la operativa digital se antoja necesario para conseguir una posición de fuerza en un contexto turbulento donde la línea entre «amigo», «socio» y «rival» se desdibuja hasta convertir a todos los actores en todos los perfiles al mismo tiempo.
A pesar de ello, Europa cuenta con algunos actores que circulan por la capa superior de la nube, y ahí destacan empresas imprescindibles para el desarrollo del ecosistema digital, como las centradas en ciberseguridad. En Ingram Micro ofrecemos las soluciones de la española AuthUSB, la danesa Keepit, la rumana Bitdefender o la belga Nomadesk. Empresas que no siempre atraen tanta atención como las hyperscalers, pero cuyos servicios son vitales para un entorno digital seguro y confiable. Y eso también debe ser la base del nuevo mundo de la tecnología.






