El hecho de que el importe medio para las TFT de 17 pulgadas sea de unos 750 euros, IVA incluido, está provocando que más de uno se lo piense dos veces a la hora de adquirir un nuevo monitor. Y es que, a las consabidas características de diseño y ahorro de espacio, las pantallas LCD añaden otros aspectos no menos interesantes a los que os acercamos con breve recordatorio de la tecnología que utilizan.
Los Liquid Crystal Displays usan cristales líquidos transparentes con moléculas retorcidas que cambian la polarización de la luz emitida. El ángulo de la carga eléctrica puede ser controlado sometiendo el cristal a un campo eléctrico, que a la vez es usado para gestionar la cantidad de luz que pasa a través de la pantalla. Ajustando el brillo y proporcionando ligeras variaciones en la escala de grises se consiguen imágenes de alta calidad. Para ello, la pantalla se divide en pequeños elementos llamados píxeles, que juntos hacen posible la imagen entera. En el caso del color, cada píxel se rellena con un filtro de los tonos rojo, verde o azul.
La forma en la que el brillo y cada uno de estos puntos son tratados (el “direccionamiento”) hace que haya dos tipos diferentes de tecnologías LCD: las de matriz pasiva y las de matriz activa. En el caso de las primeras, las líneas conductivas transparentes que componen las líneas y las columnas de la matriz son aplicadas a un cristal en la parte inferior y superior del material de cristal líquido (LC). Cuando se aplica voltaje entre ambos puntos, el cristal se alinea y cambia la transmisión de luz. Para establecer diferentes niveles de brillo para píxeles individuales, las filas son puestas de forma secuencial. Esto tal vez ocasione cierto parpadeo en la pantalla y, aunque puede ser contrarrestado con material de cristal líquido con tiempos de respuesta bajos, la consecuencia de ello puede acarrear problemas de borrosidad, sobre todo con objetos en movimiento. Y he aquí la diferencia con los monitores de matriz activa. Éstos emplean un conmutador electrónico en cada punto. Una vez que el píxel es conmutado, el campo eléctrico puede ser mantenido por el conmutador, lo que permite el uso de cristal líquido “rápido”, eliminando la borrosidad. El conmutador, generalmente un transistor de película fina (Thin Film Transistor o TFT), también aísla al píxel de la influencia de otros adyacentes. Éste es el resultado de que las pantallas LCD TFT ofrezcan altos niveles de rendimiento en movimiento y vídeo.
Los aspectos de formación de la imagen están separados de las partes de generación de la luz, lo que significa que el brillo de la pantalla puede ser incrementado sin perjudicar la calidad de la representación. En cuanto a la geometría, los LCD no sufren a causa de los campos magnéticos que producen imperfecciones en la geometría de los CRT, por ejemplo. Con respecto a los colores, la mayoría soporta 256.000 tonos, mientras que este rango es infinito en los CRT. De ahí que el rendimiento del color de los LCD sea poco configurable.
Por otro lado, todas las pantallas de este tipo tienen un recubrimiento anti-reflectante como mínimo para evitar la reflexión de la luz y los deslumbramientos. En este sentido, el parpadeo no es un problema para ellas, como ocurre con los CRT, puesto que los píxeles transmiten siempre en el mismo estado con una luz de fondo con frecuencias mil veces superiores a la fuente de luz de los CRT.