Son muy pocos los se aventuran a fabricar tecnología en España. Y son bastantes menos las firmas locales que se lanzan a diseñar enteramente hardware y software de seguridad. La competencia internacional es feroz y la convención dice que sólo sobreviven los peces gordos. Pero nada de esto ha asustado a IronGate, un proyecto que partió de la cabeza de Enrique Fernández, técnico que trabajaba en Mambo (representante de Fortinet) y que se dio cuenta hace unos años que no había en el mercado nadie que ofreciera una solución integral de seguridad asequible y lo suficientemente flexible para la pequeña empresa. Y es que, según Fernández, las gamas bajas de Fortinet o Sonicwall (los especialistas por antonomasia en appliances para la gestión integral de la seguridad) son demasiado caras y complejas para las empresas más modestas de hasta 40 puestos de trabajo, mientras que lo que ofrecen por la parte de abajo fabricantes como Linksys, D-Link, Zyxel o US Robotics siempre son soluciones parciales. Luis Díaz Castellanos, un hombre del marketing que también se embarcó en el proyecto y que hoy es el director general (el otro socio fundador es Ángel Barrero, que procede de la banca y que ejerce el control financiero), tiene claro que la principal ventaja competitiva de IronGate es la especialización de su producto, Net Survibox 266, una cajita negra que por lo que cuesta el lavavajillas más sencillo, unos escasos 380 euros (no tiene costes adicionales por licencias), incluye todo tipo de herramientas de seguridad a la pyme: cortafuegos, antivirus, VPN con capacidad para 20 Mb de ancho de banda o soporte VLAN. Castellanos asegura que este precio es inigualable para sus competidores y calcula que una solución similar en el mercado puede costar (con licencias e instalación incluidas) unos 1.500 euros. Enrique Fernández, el responsable técnico que comanda un equipo de desarrollo de 14 personas, explica que la estructura de costes de las multinacionales no les permite ajustar tanto el precio de sus soluciones y señala que estas compañías, que dan la batalla en medio mundo, no son capaces de ceñirse a las demandas de la empresa local, empezando por el propio lenguaje de manuales o de los wizards de ayuda en la instalación, lo que dificulta la puesta a punto de los equipos.
Luis Díaz Castellanos calcula que IronGate puede cerrar el año con 500.000 euros de facturación. Sin embargo, el gran salto puede llegar en 2007, pues, de cumplirse sus previsiones, las ventas se situarán en el entorno de 1,2 millones. Además, el canal está, en su opinión, respondiendo con interés a la llamada que le ha hecho la firma en los últimos meses. La idoneidad del producto, la sencillez de la instalación y los buenos márgenes que promete IronGate (entre un 20 y un 30%) están convenciendo a los revendedores. En el primer año del producto en el mercado se han certificado hasta un centenar de distribuidores en Net Survibox. Y es que en cinco horas de curso un reseller puede conocer el producto en profundidad. Pero la intención de la firma es llegar, gracias a cursos mensuales que se desarrollan en Madrid y Barcelona, a 180 firmas acreditadas en diciembre, de los cuales casi 40 podrían ser Business Partners (socios de mayor volumen). Pero las ambiciones de Díaz Castellanos no acaban ahí y no considera descabellado llegar a los 400 distribuidores asociados a finales de 2007. El responsable de IronGate calcula que en España operan un total de 700 revendedores que podrían estar interesados en añadir a su catálogo Net Survibox 266. Al día de hoy la red de ventas es atendida hoy por tres personas de la compañía y por el personal de Diode, su único mayorista hasta la fecha.
Además de multiplicar por dos los ingresos durante el próximo año, IronGate quiere sacar su producto (y los que vengan, pues tiene en mente lanzar una solución de más alto nivel para empresas medianas) a mercados europeos como el británico, el alemán o el francés, así como a Latinoamérica.
IronGate tardó mucho en tener su tecnología Net Surbivox preparada. Aunque los tres socios fundadores empezaron a hablar del proyecto en 2003, no fue hasta el verano pasado cuando se lanzó el appliance al mercado. Y es que el producto tardó en desarrollarse un año y medio (IronGate ha escrito todo el software de las herramientas de software que lleva y ha diseñado las placas y el chasis, aunque la fabricación ha sido encargada a Asia). Los comienzos fueron duros e inciertos y Díaz Castellanos y sus compañeros de aventura tuvieron que mover Roma con Santiago para encontrar la financiación para un proyecto tan oneroso. Llegaron a recurrir a organismos públicos como CDTI y del extinto Ministerio de Ciencia y Tecnología, que aportaron 300.000 euros cada uno. Hoy la firma empieza a ser reconocida en el mercado.