Impresoras láser, el color como activo de la empresa

La impresión láser a color no sólo resulta cada día más asequible para el mercado profesional, sino que hoy por hoy ofrece tecnologías que superan la asignatura pendiente de la velocidad.

Publicado el 18 Dic 2001

Impresoras láser, el color como activo de la empresa

Pero ¿cómo funciona en la práctica una impresora láser a color? En primer lugar, el programa de impresión genera una imagen del documento en un formato que el driver reconozca. Éste a su vez traduce los datos a un lenguaje comprensible para la impresora (PostScript, PCL, etc.) y, a continuación, establece los parámetros de trabajo (la bandeja de papel por donde debe salir, etc.).

Estas instrucciones se envían a la impresora, que ha de interpretar una vez más la información siguiendo un proceso variable en función del lenguaje que se emplee. Por último, la fase clave se produce al transformar la información cromática en colores verdaderos fruto de la combinación de cian, magenta, amarillo y negro (sistema MYK).

Se trata de un sistema substractivo en el que los colores deben combinarse de tal forma que cada vez se aproximen más al negro. En teoría, al mezclar cian, magenta y amarillo se obtiene precisamente ese color. Pero, en realidad, la imposibilidad de obtener un pigmento puro de cada una de esas componentes hace que su combinación alcance como máximo un tono marrón oscuro.

No obstante, las impresoras no mezclan propiamente los colores, sino que generan pequeños patrones que incluyen un número variable de puntos de cada color a una distancia lo bastante pequeña como para que el ojo humano sólo perciba la mezcla de todos los tonos. Para ello, los aparatos no sólo deben producir punto a punto la matriz más adecuada, sino que han de realizar los cálculos que determinan la proporción necesaria de cada color con una agilidad que determinará la resolución a la que trabajan.
El campo de la impresión láser no ha sido ajeno a la tendencia general de los equipos informáticos a proporcionar cada vez más prestaciones por precios progresivamente más bajos. Ello ha permitido que cualquier departamento empresarial, y no sólo el de marketing, se interesen por la velocidad y calidad que pueden ofrecerles estos dispositivos en sus trabajos a color. Sin embargo, antes de decantarse por una impresora determinada, es preciso que los usuarios conozcan bien las posibilidades de cada máquina de modo que puedan elegir la que más se ajuste a sus necesidades reales.

En este sentido, cabe dividir la demanda en cuatro grandes sectores los departamentos interesados en dar un toque de color a sus documentos cotidianos y presentaciones y para los cuales la velocidad es un valor secundario; aquéllos que por tener un tamaño mayor valoran también la agilidad; los profesionales que precisan específicamente altos niveles de calidad reflejados en la definición de las pruebas de color; y, finalmente, las áreas corporativas que demandan por igual calidad y velocidad.

Aunque existen en la actualidad muchas tecnologías de impresión láser a color, la más extendida es la denominada espectro-fotográfica, aplicada al trabajo en blanco y negro durante muchos años.

Este mecanismo se apoya en una serie de rodillos en cuya superficie incide la luz y crea cargas de partículas que se atraen y se repelen alternativamente. El más importante de todos estos rodillos es el tambor de imagen, un cilindro de aluminio cubierto por una sustancia fotoconductiva, es decir, conductora de partículas cuando la luz se refleja sobre ella.

Después que un rodillo situado encima del tambor carga su cubierta de forma negativa, el rayo láser descarga determinadas zonas dibujando así en dicha cubierta las líneas que conforman la imagen. A continuación, el tambor sigue girando hasta toparse con el rodillo del tóner, donde un pigmento especial en forma de partículas con carga igualmente negativa es atraído hacia esas zonas que quedaron menos cargadas que el resto.

Finalmente, el fotoconductor alcanza en su rotación el papel, bajo el cual se halla un último cilindro, el de transferencia, cuya carga positiva provoca que las partículas negativas que componen la imagen queden fijas en la hoja. Las restantes son rechazadas y enviadas a un depósito de residuos.

El mecanismo descrito se complica al introducir los cuatro tonos que utilizan las impresoras a color, cian, magenta, amarillo y negro. El procedimiento que sigue la mayoría de los fabricantes consiste en integrar otro cilindro destinado a albergar los colores y que hace cuatro giros sucesivos para aplicar cada componente. En última instancia, el pigmento se fija sobre el papel por medio del fusor. Éste consta de dos cilindros que provocan la absorción definitiva de las partículas cromáticas por la fibra de la hoja sometiéndolas a elevados niveles de presión y temperatura. Esto requiere un calentamiento previo del fusor, lo que explica por qué al encender los equipos los documentos tardan algo más en imprimirse.
Algunas compañías introducen además ciertos avances en este mecanismo. Destaca sin duda Oki, cuyo sistema LED presenta dos elementos diferenciadores. Por un lado, en lugar del láser, emplea como fuente de luz una fila de diodos luminosos (LED), lo que permite prescindir del juego de lentes que se utilizan para dirigir el rayo y mejora la sincronía con el tambor de imagen. Por otro, se habilita un tambor de imagen por cada color, reduciendo el número de pasadas de cuatro a una sola.

Sin embargo, hace ya tiempo que el récord de velocidad en impresión láser a color ha caído de las manos de Oki a las de Xerox. Y es que, partiendo de la tecnología LED descrita, esta firma vuelve a sustituir la matriz de diodos por un rayo láser, que auxiliada por un sofisticado conjunto de lentes proyecta la misma imagen sobre los cuatro rodillos fotoconductores.

En este escaparate se ha incluido asimismo un dispositivo de Xerox que representa una última tecnología a caballo entre la mecánica del láser y los sistemas de inyección la inyección de tinta sólida. Este mecanismo se alimenta de pequeñas pastillas de resina sólida (el pigmento), que, tras fundirse por efecto del calor, impulsan la tinta a un inyector que a su vez la lanza contra un rodillo interno impregnado en un aceite especial. Cuando el papel pasa por este rodillo, el líquido se solidifica de nuevo, produciéndose la impresión.

Una vez expuesto el proceso que sigue la impresión láser a color, no es difícil calcular la cantidad de consumibles que requieren los dispositivos que emplean esa tecnología. Los gastos derivados de esta compleja maquinaria son el primer motivo por el que muchos usuarios optan por adquirir dispositivos de inyección. El segundo son los tiempos de proceso de las impresoras láser a color, en su mayoría mucho más elevados que en las de chorro de tinta. Pese a todo, los sistemas láser tienen a su favor un desajuste de colores menor (al ser el mismo rayo el que los genera sobre la zona) y, en consecuencia, unos índices de resolución más altos.

¿Qué te ha parecido este artículo?

Tu opinión es importante para nosotros.

Artículos relacionados