Tengo compañeros de profesión que no se han creído las explicaciones de HP para justificar la marcha atrás en la operación de venta de su negocio de ordenadores. Entiendo su desconfianza por cuanto los últimos movimientos de la compañía han sido precipitados, mal comunicados y han puesto de manifiesto cierta inestabilidad en el máximo órgano de dirección de la multinacional. Entiendo también que esta desconfianza puede tener su origen en las malas prácticas y en los escándalos que han rodeado al consejo de administración desde que Carly Fiorina cogió las riendas de la legendaria compañía en 2002, y que han tenido capítulos de dimisiones forzadas, escuchas ilegales o denuncias de acoso sexual que primero se llevaron por delante a la propia Fiorina y más tarde a Mark Hurd.
Sin embargo, y a pesar de estos antecedentes, yo sí creo a los portavoces de HP cuando han tratado de justificar la decisión de mantener su negocio de PC. Estoy convencido de que HP ha echado cuentas con un cuidado exquisito. En una entrevista en Cinco Días la semana pasada, la primera ejecutiva de la división de ordenadores en España, Helena Herrero, comentó que la marcha atrás no ha sido tomada a vuela pluma, sino que fue fruto de un “profundo estudio” en el que participaron 18 grupos de trabajo con más de 100 personas involucradas de todas las áreas de la multinacional. Herrero también decía que trabajar juntos supone 1.000 millones de dólares en sinergias y que PSG (el Personal Systems Group) ha aportado a HP 2.300 millones de cash flow en lo que va de año.
Desde fuera, muchos intuimos desde el principio que la operación era muy arriesgada y que quitaba más que daba, aunque su lógica, la de volcar la actividad en negocios de mayor margen, era incuestionable. Volvamos a los datos puros y duros. PSG supone un tercio de las ventas de la compañía (unos 40.000 millones de dólares al año). Aunque no es la actividad más rentable, sí es la que engrasa toda la maquinaria de marketing, logística y comercial de la compañía, le da alegría financiera y le permite bajar los costes de, por ejemplo, los servidores, gracias al poder de compra que genera ante los fabricantes de componentes.
Además, y aunque HP no es originariamente una empresa de ordenadores, la informática personal ya está en su ADN, y cederla suponía un menoscabo para una marca asentada en la innovación. La compañía del garaje, de la invención, ha sido capaz de mejorar la vida de millones de usuarios, tanto profesionales como domésticos, en un segmento donde muchos creen que ya está todo dicho y la mayoría se limitan a copiar. Con HP en el terreno de juego, el ordenador personal tiene más posibilidades de reinventarse.
Sin embargo, no está todo hecho. A PSG le quedan muchos retos. La idea inicial de la compañía creando un spin-off o vendiéndola era acelerar el time-to-market de la división y la adopción de tecnologías innovadoras, algo vital en un entorno en el que Apple está que se sale y los asiáticos, casi siempre con estructuras más ligeras, vienen pegando fuerte. La dirección de HP, encabezada por Meg Whitman, deberá explicar cómo lo va a lograr esta aceleración. Nadie se explica cómo el primer fabricante mundial de PC llegó tan tarde al mundo del netbook y no ha logrado sacar una tableta desde que a principios de 2010 Apple echara a andar el negocio con su iPad. También deberá aclarar qué hace con WebOS y hasta qué punto se alía a Microsoft (o Android) para recuperar terreno en el mundo de las tabletas. En fin, la decisión crucial, la de quedarse con el negocio de PC, ya está tomada y muchos han respirado, pero todavía hay quedan muchas dudas por despejar, quizá las más importantes. Los usuarios y el canal de distribución, que siempre se ha mantenido fiel, se lo merecen.